EMPEZANDO LA RUTA MAYA: ENTRE TURISTAS Y ZAPATISTAS
El 23 de diciembre llegamos a San Cristóbal de Las Casas, ciudad paradigmática del estado de Chiapas, en el sureste mexicano, famosa después del levantamiento zapatista del 1 de enero de 1994, para empezar desde allí nuestro viaje en bicicleta por lo que algunos conocen como la Ruta Maya.
Antes pasamos algunos días en la ciudad de México, la gigantesca metrópoli que es la capital del país, con sus altísimos niveles de contaminación, sus enormes redes de subterráneos, barrios pintorescos y museos impactantes. Nuestros amigos Marco y Lucero, nos brindaron hospitalidad y se convirtieron en turistas por unos días en su propia ciudad, en un agotador recorrido por los principales atractivos de la capital mexicana, incluidos el Palacio Nacional, el Museo de Antropología, los museos de Trotsky (donde el revolucionario ruso fue asesinado en 1940) y Frida Kahlo –ambos en el barrio de Coyoacán–. Nos llevaron a Cuernavaca y Tepoztlán, ciudades al sur del gigantesco Distrito Federal y, finalmente, fuimos a ver las imponentes pirámides prehispánicas (y pre-aztecas) de Teotihuacán. También Marco, junto con Celia, otra compañera de la Universidad Autónoma Metropolitana - Unidad Xochimilco, organizaron una conferencia de Andrés en la Secretaría de Trabajo de la Ciudad de México, sobre las empresas recuperadas argentinas.
Pasamos dos días en San Cristóbal de Las Casas, una ciudad hermosa en los Altos de Chiapas, con varias iglesias antiguas y cientos de indígenas vendiendo sus artesanías a los turistas que parecen haberse multiplicado desde el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). De hecho, uno de los principales artículos de venta de los artesanos son los muñecos del Subcomandante Marcos y de otros comandantes menos conocidos, como Ramona y Tacho. Los hay de diversos tamaños, a caballo, en llaveros, encendedores y hasta biromes. Pero también muchas de esas artesanías van a financiar a las comunidades zapatistas, cada vez más aisladas en la montaña en una región que el gobierno de Felipe Calderón está militarizando aceleradamente, como pudimos ver en la ruta.
Pasamos el 24 de diciembre en San Cristóbal, escuchando las orquestas callejeras de marimba (acompañado otros instrumentos de percusión y vientos).Al día siguiente, temprano, salimos en nuestras bicicletas en medio de una neblina que desapareció al avanzar la mañana, a comenzar nuestro pedaleo por la Ruta Maya. San Cristóbal está a una altura de 2120 msnm, y al comenzar desde allí el recorrido, tendríamos que subir hasta 2500 metros y luego iniciar un descenso hasta llegar a los llanos del Yucatán. Sin embargo, las montañas lacandonas no son una sola mole que hay que subir y bajar de una vez, sino una sucesión de cordones que, aun en el sentido del descenso, nos obligaron a ascender innumerables veces cuestas de entre 2 y 5 km, empezando por una de 12 al salir de San Cristóbal, que nos dejó casi a la altura máxima.
Ese primer día, después de unas vacaciones saboreando los deliciosos platos de la cocina mexicana y sin pedalear ni dos cuadras, se hizo difícil. El destino era Ocosingo, un poblado situado según los cálculos previos a unos 88 km del punto de partida, que resultaron ser casi 100. El paisaje era, como esperábamos, de una gran belleza, con verdes montañas cubiertas de vegetación frondosa que, cada tanto, dejaban ver valles poblados por campesinos de las etnias mayas de la zona, como choles, tsetsales y tzotziles, muchos de los cuales constituyen la base de apoyo de los zapatistas.
Lo primero que vimos, sin embargo, fue un enorme cuartel del ejército. Se veían soldados en uniforme de fajina y se escuchaban tiros de fusil. A los pocos kilómetros, la primera comunidad del EZLN. En un claro contraste con lo anterior, una señora salió y saludó alegremente. Nos sacamos una foto y seguimos. Pasamos así dos o tres lugares más, con carteles que anunciaban territorio zapatista y la frase “la tierra para los que la trabajan”. Luego, alguna bajada que nos hizo pensar que el resto del día iba a ser fácil pero no, más subida, y dura. El ambiente cambió, la alegría que parecía salir de la zona zapatista se esfumó y fue reemplazada por un clima no muy amistoso, en que el grito de “gringo” nos recordaba el “mzungu” que nos había seguido por miles de kilómetros en África.
Empezamos a apurar el paso para tratar de llegar a Ocosingo antes del anochecer, pues muchos nos habían advertido que las rutas se volvían peligrosas a la noche, y más en esa zona. Incluso un hombre, con el ancho sombrero y los bigotes que caracterizan al campesino mexicano, o por lo menos al chiapaneco, nos arrojó un cascote, no tanto a pegar sino como expresando desagrado por los “gringos”.
Cuando parecía que la ruta por fin bajaba una nueva subida nos metió en un bosque profundo y oscuro. Después de trepar varios kilómetros la bajada apareció. Se veía Ocosingo a lo lejos, abajo, y nos largamos a toda velocidad tratando de llegar antes que oscureciera. Y cuando se encendían las primeras luces de la ciudad estábamos bajando hacia la plaza, donde nos metimos en la primera posada que apareció, muertos de cansancio.
Ver las fotos de nuestra estancia en el DF.Ver las fotos de la visita a Teotihuacán.
Ver las fotos de nuestra estancia en San Cristóbal de las Casas.
ARGENTINA: ¿CERCA DE IRAK?
El hombre se quedó pensativo. Estábamos reponiéndonos del calor de la selva lacandona y comiendo unas bananas en un pequeño puesto al costado de la ruta, una empalizada de madera y unas mesas y sillas de plástico, pero con dos televisores con conexión satelital. Cómo fue que asoció nuestro país con Irak es un misterio insondable, pero el hecho es que no tenía la más remota idea de dónde queda la Argentina. Para ellos, indígenas de Chiapas, todos los que pasan en bicicleta son gringos, es decir, de los Estados Unidos, y punto. Y si no, de algún país raro, como Irak o China.
De Ocosingo se suponía que el terreno volvía a descender, pero salvo los primeros kilómetros, otra vez nos tocó ascenso. Como ya estábamos a menos altura, la temperatura era mayor, y eso hacía la subida aun más trabajosa. Nuevamente aparecieron los zapatistas, cuya zona creíamos superada, con coloridas casas pintadas con la silueta del Subcomandante Marcos. El primer ascenso nos llevó casi diez kilómetros, en un pendiente muy fuerte y en medio de un paisaje cada vez más selvático. Cuando por fin bajamos, llegamos al puesto del hombre que pensó que éramos iraquíes.
Ese día decidimos hacer menos distancia y quedarnos en un sitio donde sabíamos que se podía acampar, las cascadas de Agua Azul. Cuando llegamos al acceso, había una bruta bajada de casi 5 km y, al final, un puesto de cobro de peaje. Para nuestra sorpresa, era de los zapatistas: diez pesitos mexicanos para pasar a las cascadas, que están en las tierras de la comunidad de la zona. Pagamos como todos, hasta llegar a otro puesto de cobro, esta vez del gobierno.
Las cascadas eran lindas, pero no nos pareció que justificaran tal despliegue. El lugar era un aquelarre de ómnibus de turismo y gente, puestos de artesanías, comida, y todo lo que rodea el turismo masivo. Menos, en este caso, el lujo: no había ningún lugar para alojarse con agua caliente. Por lo tanto, nos quedamos acampando.
Con intención de descansar un poco, salimos hacia Palenque, con la opción de quedarnos en Misol Há, otras cascadas donde también se puede acampar, unos 45 km más adelante. La jornada no estuvo exenta de dificultades, entre ellas una subida de unos 16 km hasta el poblado de San Miguel, donde nuevamente una casa con un cartel zapatista daba la bienvenida a los visitantes. Paramos a tomar algo en un precario almacén de pueblo y un grupo de adolescentes comenzó a silbar y a mostrase amenazadores. Pronto se acercaron y detrás de las caras y gestos de malos apareció la curiosidad. ¿De dónde vienen? ¿Cuánto tiempo tardaron desde Agua Azul? Ofrecieron un licor que estaban mezclando con refresco, les dijimos que no y nos informaron que eran de la etnia chol, que en el pueblo no había muchos zapatistas, que estos “no hacían nada” (lo que no supimos si interpretar en el mismo sentido que la gente habla en Argentina de los políticos, o en el sentido de que no son hostiles o molestos), y que no dejaban entrar a los policías, “a los federales”. Nos despedimos y seguimos ascendiendo hasta llegar al comienzo de la última bajada que nos dejó en Misol Há.
Como salimos tarde y, nuevamente, la bajada estaba repleta de ascensos empinados, cuando llegamos a este lugar decidimos quedarnos y dejar los 20 km faltantes para el día siguiente.
Nuevamente acampamos en una cascada, aunque bastante menos visitada. Volvimos a la ruta para hacer los últimos kilómetros hasta las grandes ruinas mayas de Palenque. En una bajada veloz una familia indígena que vendía artesanías y frutas en el camino había cruzado un hilo en la carretera que casi nos hace tener un accidente, al derrapar la bicicleta de Karina y frenar con lo justo Andrés para no atropellarla. Después de ese incidente, llegamos a la ciudad de Palenque, a tiempo para descansar de la montaña, el calor, y el “gringo, gringo”.
Ver las fotos del recorrido por las montañas de Chiapas y la selva lacandona.
EN PALENQUE
Palenque es una de las ciudades mayas del período clásico (entre los siglos I y VIII D.C.) más importantes y famosas. Se trata de un imponente conjunto arquitectónico que reúne a varios templos, construcciones residenciales y el impactante Palacio, con una torre central y varios cuartos y salas ceremoniales. Se destaca especialmente el Templo de las Inscripciones, donde se encontró hace medio siglo la tumba de un gobernante muerto en 683 DC, llamado Pakal. Un enorme sarcófago en el interior de la pirámide contenía el cuerpo adornado con una máscara de jade y numerosos adornos. El dibujo de la tapa del sarcófago dio pie para las extravagantes teorías de que se trataba de un extraterrestre en su nave espacial. Se sabe fehacientemente, como está explicado en el muy buen museo de sitio, que cada uno de los símbolos que rodean la imagen de Pakal tiene un significado ritual y ceremonial, y que no son los motores ni los comandos de ningún plato volador.
Recorrimos Palenque rodeados de una multitud, en México esta es época de vacaciones y todos los lugares turísticos –los mismos que estamos visitando- están repletos de familias y grupos que bajan de ómnibus que taponan los accesos y los estacionamientos de cada uno de los sitios.Nuestro próximo destino es la ciudad de Campeche, sobre la costa del Golfo de México, atravesando los estados de Tabasco y Campeche, para luego comenzar a recorrer la península del Yucatán.
Ver las fotos de Palenque.
Antes pasamos algunos días en la ciudad de México, la gigantesca metrópoli que es la capital del país, con sus altísimos niveles de contaminación, sus enormes redes de subterráneos, barrios pintorescos y museos impactantes. Nuestros amigos Marco y Lucero, nos brindaron hospitalidad y se convirtieron en turistas por unos días en su propia ciudad, en un agotador recorrido por los principales atractivos de la capital mexicana, incluidos el Palacio Nacional, el Museo de Antropología, los museos de Trotsky (donde el revolucionario ruso fue asesinado en 1940) y Frida Kahlo –ambos en el barrio de Coyoacán–. Nos llevaron a Cuernavaca y Tepoztlán, ciudades al sur del gigantesco Distrito Federal y, finalmente, fuimos a ver las imponentes pirámides prehispánicas (y pre-aztecas) de Teotihuacán. También Marco, junto con Celia, otra compañera de la Universidad Autónoma Metropolitana - Unidad Xochimilco, organizaron una conferencia de Andrés en la Secretaría de Trabajo de la Ciudad de México, sobre las empresas recuperadas argentinas.
Pasamos dos días en San Cristóbal de Las Casas, una ciudad hermosa en los Altos de Chiapas, con varias iglesias antiguas y cientos de indígenas vendiendo sus artesanías a los turistas que parecen haberse multiplicado desde el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). De hecho, uno de los principales artículos de venta de los artesanos son los muñecos del Subcomandante Marcos y de otros comandantes menos conocidos, como Ramona y Tacho. Los hay de diversos tamaños, a caballo, en llaveros, encendedores y hasta biromes. Pero también muchas de esas artesanías van a financiar a las comunidades zapatistas, cada vez más aisladas en la montaña en una región que el gobierno de Felipe Calderón está militarizando aceleradamente, como pudimos ver en la ruta.
Pasamos el 24 de diciembre en San Cristóbal, escuchando las orquestas callejeras de marimba (acompañado otros instrumentos de percusión y vientos).Al día siguiente, temprano, salimos en nuestras bicicletas en medio de una neblina que desapareció al avanzar la mañana, a comenzar nuestro pedaleo por la Ruta Maya. San Cristóbal está a una altura de 2120 msnm, y al comenzar desde allí el recorrido, tendríamos que subir hasta 2500 metros y luego iniciar un descenso hasta llegar a los llanos del Yucatán. Sin embargo, las montañas lacandonas no son una sola mole que hay que subir y bajar de una vez, sino una sucesión de cordones que, aun en el sentido del descenso, nos obligaron a ascender innumerables veces cuestas de entre 2 y 5 km, empezando por una de 12 al salir de San Cristóbal, que nos dejó casi a la altura máxima.
Ese primer día, después de unas vacaciones saboreando los deliciosos platos de la cocina mexicana y sin pedalear ni dos cuadras, se hizo difícil. El destino era Ocosingo, un poblado situado según los cálculos previos a unos 88 km del punto de partida, que resultaron ser casi 100. El paisaje era, como esperábamos, de una gran belleza, con verdes montañas cubiertas de vegetación frondosa que, cada tanto, dejaban ver valles poblados por campesinos de las etnias mayas de la zona, como choles, tsetsales y tzotziles, muchos de los cuales constituyen la base de apoyo de los zapatistas.
Lo primero que vimos, sin embargo, fue un enorme cuartel del ejército. Se veían soldados en uniforme de fajina y se escuchaban tiros de fusil. A los pocos kilómetros, la primera comunidad del EZLN. En un claro contraste con lo anterior, una señora salió y saludó alegremente. Nos sacamos una foto y seguimos. Pasamos así dos o tres lugares más, con carteles que anunciaban territorio zapatista y la frase “la tierra para los que la trabajan”. Luego, alguna bajada que nos hizo pensar que el resto del día iba a ser fácil pero no, más subida, y dura. El ambiente cambió, la alegría que parecía salir de la zona zapatista se esfumó y fue reemplazada por un clima no muy amistoso, en que el grito de “gringo” nos recordaba el “mzungu” que nos había seguido por miles de kilómetros en África.
Empezamos a apurar el paso para tratar de llegar a Ocosingo antes del anochecer, pues muchos nos habían advertido que las rutas se volvían peligrosas a la noche, y más en esa zona. Incluso un hombre, con el ancho sombrero y los bigotes que caracterizan al campesino mexicano, o por lo menos al chiapaneco, nos arrojó un cascote, no tanto a pegar sino como expresando desagrado por los “gringos”.
Cuando parecía que la ruta por fin bajaba una nueva subida nos metió en un bosque profundo y oscuro. Después de trepar varios kilómetros la bajada apareció. Se veía Ocosingo a lo lejos, abajo, y nos largamos a toda velocidad tratando de llegar antes que oscureciera. Y cuando se encendían las primeras luces de la ciudad estábamos bajando hacia la plaza, donde nos metimos en la primera posada que apareció, muertos de cansancio.
Ver las fotos de nuestra estancia en el DF.Ver las fotos de la visita a Teotihuacán.
Ver las fotos de nuestra estancia en San Cristóbal de las Casas.
ARGENTINA: ¿CERCA DE IRAK?
El hombre se quedó pensativo. Estábamos reponiéndonos del calor de la selva lacandona y comiendo unas bananas en un pequeño puesto al costado de la ruta, una empalizada de madera y unas mesas y sillas de plástico, pero con dos televisores con conexión satelital. Cómo fue que asoció nuestro país con Irak es un misterio insondable, pero el hecho es que no tenía la más remota idea de dónde queda la Argentina. Para ellos, indígenas de Chiapas, todos los que pasan en bicicleta son gringos, es decir, de los Estados Unidos, y punto. Y si no, de algún país raro, como Irak o China.
De Ocosingo se suponía que el terreno volvía a descender, pero salvo los primeros kilómetros, otra vez nos tocó ascenso. Como ya estábamos a menos altura, la temperatura era mayor, y eso hacía la subida aun más trabajosa. Nuevamente aparecieron los zapatistas, cuya zona creíamos superada, con coloridas casas pintadas con la silueta del Subcomandante Marcos. El primer ascenso nos llevó casi diez kilómetros, en un pendiente muy fuerte y en medio de un paisaje cada vez más selvático. Cuando por fin bajamos, llegamos al puesto del hombre que pensó que éramos iraquíes.
Ese día decidimos hacer menos distancia y quedarnos en un sitio donde sabíamos que se podía acampar, las cascadas de Agua Azul. Cuando llegamos al acceso, había una bruta bajada de casi 5 km y, al final, un puesto de cobro de peaje. Para nuestra sorpresa, era de los zapatistas: diez pesitos mexicanos para pasar a las cascadas, que están en las tierras de la comunidad de la zona. Pagamos como todos, hasta llegar a otro puesto de cobro, esta vez del gobierno.
Las cascadas eran lindas, pero no nos pareció que justificaran tal despliegue. El lugar era un aquelarre de ómnibus de turismo y gente, puestos de artesanías, comida, y todo lo que rodea el turismo masivo. Menos, en este caso, el lujo: no había ningún lugar para alojarse con agua caliente. Por lo tanto, nos quedamos acampando.
Con intención de descansar un poco, salimos hacia Palenque, con la opción de quedarnos en Misol Há, otras cascadas donde también se puede acampar, unos 45 km más adelante. La jornada no estuvo exenta de dificultades, entre ellas una subida de unos 16 km hasta el poblado de San Miguel, donde nuevamente una casa con un cartel zapatista daba la bienvenida a los visitantes. Paramos a tomar algo en un precario almacén de pueblo y un grupo de adolescentes comenzó a silbar y a mostrase amenazadores. Pronto se acercaron y detrás de las caras y gestos de malos apareció la curiosidad. ¿De dónde vienen? ¿Cuánto tiempo tardaron desde Agua Azul? Ofrecieron un licor que estaban mezclando con refresco, les dijimos que no y nos informaron que eran de la etnia chol, que en el pueblo no había muchos zapatistas, que estos “no hacían nada” (lo que no supimos si interpretar en el mismo sentido que la gente habla en Argentina de los políticos, o en el sentido de que no son hostiles o molestos), y que no dejaban entrar a los policías, “a los federales”. Nos despedimos y seguimos ascendiendo hasta llegar al comienzo de la última bajada que nos dejó en Misol Há.
Como salimos tarde y, nuevamente, la bajada estaba repleta de ascensos empinados, cuando llegamos a este lugar decidimos quedarnos y dejar los 20 km faltantes para el día siguiente.
Nuevamente acampamos en una cascada, aunque bastante menos visitada. Volvimos a la ruta para hacer los últimos kilómetros hasta las grandes ruinas mayas de Palenque. En una bajada veloz una familia indígena que vendía artesanías y frutas en el camino había cruzado un hilo en la carretera que casi nos hace tener un accidente, al derrapar la bicicleta de Karina y frenar con lo justo Andrés para no atropellarla. Después de ese incidente, llegamos a la ciudad de Palenque, a tiempo para descansar de la montaña, el calor, y el “gringo, gringo”.
Ver las fotos del recorrido por las montañas de Chiapas y la selva lacandona.
EN PALENQUE
Palenque es una de las ciudades mayas del período clásico (entre los siglos I y VIII D.C.) más importantes y famosas. Se trata de un imponente conjunto arquitectónico que reúne a varios templos, construcciones residenciales y el impactante Palacio, con una torre central y varios cuartos y salas ceremoniales. Se destaca especialmente el Templo de las Inscripciones, donde se encontró hace medio siglo la tumba de un gobernante muerto en 683 DC, llamado Pakal. Un enorme sarcófago en el interior de la pirámide contenía el cuerpo adornado con una máscara de jade y numerosos adornos. El dibujo de la tapa del sarcófago dio pie para las extravagantes teorías de que se trataba de un extraterrestre en su nave espacial. Se sabe fehacientemente, como está explicado en el muy buen museo de sitio, que cada uno de los símbolos que rodean la imagen de Pakal tiene un significado ritual y ceremonial, y que no son los motores ni los comandos de ningún plato volador.
Recorrimos Palenque rodeados de una multitud, en México esta es época de vacaciones y todos los lugares turísticos –los mismos que estamos visitando- están repletos de familias y grupos que bajan de ómnibus que taponan los accesos y los estacionamientos de cada uno de los sitios.Nuestro próximo destino es la ciudad de Campeche, sobre la costa del Golfo de México, atravesando los estados de Tabasco y Campeche, para luego comenzar a recorrer la península del Yucatán.
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